Militó hasta la temporada 1958/59, además de en el Nàstic, en el Lleida (club con el que jugó la liguilla de ascenso a Primera División), el CE Sabadell, el Atlético Ceuta y el CF Girona, todos ellos de Segunda División. A finales de los cincuenta, Avelino se trasladó a Barcelona con la intención de jugar un par de años más al fútbol para, por fin, montar un negocio y retirarse. Dedicarse al fútbol un par de años más sin tanta exigencia, sin tanta presión y, también, sin tantos desplazamientos.
Fichó por el CE Júpiter en la temporada 1959/60 y defendió la camiseta del club durante tres campañas en Tercera División y en la siguiente en Primera Regional catalana. El Tanque era un futbolista de carácter, muy físico y de los que no se arrugan, con un notable desplazamiento de balón y potente disparo. Un fichaje de relumbrón, un jugador de solera con una década de experiencia en la Segunda División nacional. Quienes lo vieron jugar afirman que formó, junto a Vives y Méndez, uno de los mejores centros del campo de la historia del Júpiter. Avelino se retiró como futbolista al término de la temporada 1962/63 y desempeñó durante los años posteriores los cargos de entrenador, secretario técnico y directivo del club. Después se convirtió en un aficionado más y, mientras pudo, no se perdió un partido disputado por el primer equipo en la Verneda. Tanta relevancia adquirió su figura que, tras su fallecimiento, el Club y la Agrupación de Veteranos le dedicaron la edición del 2006 del Torneo de Veteranos que se organiza en el mes de diciembre
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